
El 28 de enero de 2025, fuertes protestas tuvieron lugar en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo (RDC), desencadenando ataques contra distintas embajadas extranjeras. La mayor parte de los manifestantes eran ciudadanos congoleños que manifestaron su indignación por la situación en el este del país, particularmente en la ciudad de Goma, donde el grupo rebelde M23, apoyado por tropas ruandesas, ha incrementado su ofensiva.
El 28 de enero de 2025, la capital de la República Democrática del Congo (RDC), Kinshasa, fue escenario de intensas protestas que derivaron en ataques a diversas embajadas extranjeras. Los manifestantes, en su mayoría ciudadanos congoleños, expresaron su descontento ante la situación en el este del país, específicamente en la ciudad de Goma, donde el grupo rebelde M23, respaldado por fuerzas ruandesas, ha intensificado su ofensiva.
La situación en Goma es muy grave. El M23 ha capturado el aeropuerto de la ciudad, una vía crucial para el suministro de ayuda humanitaria a cientos de miles de personas desplazadas. Los combates han dejado numerosos cuerpos en las calles, además de reportarse casos de violaciones y saqueos. Los hospitales en la zona están colapsados, asistiendo a cientos de personas heridas por disparos y explosiones. La Organización Mundial de la Salud ha indicado que «los hospitales están desbordados. En este momento hay cientos de personas hospitalizadas, la mayoría con heridas de bala».
En Kinshasa, la ira de la población se ha dirigido hacia las delegaciones diplomáticas de países percibidos como afines a Ruanda. La embajada de Uganda fue saqueada, con reportes de destrucción de muebles y otros bienes. Un funcionario ugandés describió la escena: «Sillas, escritorios, mesas han sido saqueados. Las cortinas también fueron arrancadas». Las embajadas de Bélgica y Francia también sufrieron incendios en sus instalaciones. La policía congoleña utilizó gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes en varios lugares de la ciudad.
En Kinshasa, la indignación de la población se ha dirigido hacia las representaciones diplomáticas de países percibidos como aliados de Ruanda. La embajada de Uganda fue saqueada, con informes de destrucción de mobiliario y otros bienes. Un funcionario ugandés describió la escena: «Sillas, escritorios, mesas han sido saqueados. Las cortinas también han sido arrancadas». Las embajadas de Bélgica y Francia también sufrieron incendios en sus instalaciones. Las fuerzas policiales congoleñas emplearon gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes en varios puntos de la ciudad.
El ministro de Comunicaciones de la RDC, Patrick Muyaya, hizo un llamado a la calma, instando a los ciudadanos a expresar su descontento de manera pacífica y a abstenerse de atacar infraestructuras consulares. «Tenemos todo el derecho… de expresar nuestra ira, pero hagámoslo pacíficamente», afirmó. «No ataquemos las infraestructuras consulares de los países acreditados en el Congo».
El conflicto en el este del Congo tiene raíces profundas, relacionadas con las consecuencias del genocidio de Ruanda en 1994 y la disputa por el dominio de los ricos recursos minerales de la zona. El M23, compuesto principalmente por tutsis, ha sido señalado de recibir apoyo directo de Ruanda, lo cual Kigali rehúsa, alegando que su intervención busca protegerse de milicias congoleñas que ponen en riesgo su seguridad.
El conflicto en el este del Congo tiene raíces profundas, vinculadas a las secuelas del genocidio ruandés de 1994 y la lucha por el control de los abundantes recursos minerales de la región. El M23, compuesto principalmente por tutsis, ha sido acusado de recibir apoyo directo de Ruanda, una acusación que Kigali niega, alegando que su intervención se debe a la necesidad de protegerse de milicias congoleñas que amenazan su seguridad.
La situación humanitaria es alarmante. Miles de personas han huido de Goma, buscando refugio en áreas más seguras o intentando cruzar la frontera hacia Ruanda. Las agencias humanitarias enfrentan desafíos para acceder a las zonas afectadas debido a los combates y la inseguridad. La comunidad internacional teme que el conflicto pueda escalar y desestabilizar aún más la región de los Grandes Lagos, que ya ha sido testigo de guerras devastadoras en las últimas décadas.