¿Por qué el bullying perjudica la salud mental?

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El acoso escolar, también identificado como bullying, es una de las mayores inquietudes en el ámbito de la salud pública, particularmente entre los más jóvenes. No obstante, las consecuencias negativas de este fenómeno van más allá de la escuela y pueden dejar huellas profundas en la salud mental de las víctimas, incluso en su vida adulta. Entender cómo afecta el acoso al bienestar psicológico ayuda no solo a entender la magnitud del problema, sino también a crear mejores métodos de prevención e intervención.

Repercusiones emocionales inmediatas

El primer impacto del bullying suele ser emocional. Los niños y adolescentes que sufren acoso experimentan temor, vergüenza y desconcierto, sentimientos que a menudo van acompañados de baja autoestima y una percepción negativa de sí mismos. El miedo constante a nuevos episodios de intimidación provoca vigilia y estrés anticipatorio, dificultando la concentración y el rendimiento académico.

Las personas afectadas pueden experimentar ansiedad, episodios de pánico, llanto frecuente y sensibilidad emocional. En realidad, varios estudios a nivel internacional indican que más del 60 % de los jóvenes que sufren acoso muestran síntomas de ansiedad o depresión que se prolongan con el tiempo.

Daños psicológicos a largo plazo

El acoso escolar no solo interfiere con la vida diaria; sus efectos pueden perdurar por años. Estudios llevados a cabo en España, México y Argentina indican que las personas que han sufrido bullying tienen el doble de posibilidades de desarrollar trastornos de depresión en la etapa adulta, además de un notable incremento en la posibilidad de tener pensamientos suicidas. Una investigación de la Universidad de Oviedo mostró que el 30 % de los adultos jóvenes que vivieron acoso escolar durante la infancia seguían con problemas de autoestima, aislación social y conductas autodestructivas diez años más tarde.

El aislamiento social provocado por el bullying es otro factor de peso. La presión que ejerce el grupo sobre la víctima provoca retraimiento y dificultad para establecer vínculos de confianza en el futuro, afectando el desarrollo de habilidades sociales.

Efectos físicos resultantes

Aunque las principales demostraciones del acoso escolar son de tipo emocional, también hay repercusiones físicas, frecuentemente derivadas del estrés persistente. El organismo reacciona al hostigamiento presentando síntomas psicosomáticos tales como cefalea, dolor en el abdomen, cansancio persistente y trastornos del sueño. Estas dificultades pueden provocar visitas al médico con regularidad, pérdida de apetito y un declive en el rendimiento académico. Es habitual que los jóvenes que experimentan bullying falten a la escuela en un intento de evitar la confrontación, lo cual resulta en un ciclo perjudicial de aislamiento y desgaste emocional.

Acoso en línea: el ciberbullying y sus consecuencias

El desarrollo tecnológico ha facilitado el acoso digital o acoso cibernético, multiplicando y prolongando el impacto emocional negativo. En este tipo de intimidación, el acoso persiste durante todo el día, invadiendo espacios que previamente eran considerados seguros, como la propia casa. El acoso cibernético es particularmente perjudicial debido a la rápida propagación de mensajes hirientes y la dificultad para detenerlos.

Un informe global de UNICEF reveló que uno de cada tres niños ha sido víctima de acoso en línea. El impacto emocional puede ser más severo, e incluye cuadros de ansiedad extrema, ideación suicida y trastornos del sueño. El sentimiento de impotencia crece al no poder identificar fácilmente a los agresores y al percibir que la situación escapa del control del adulto.

El impacto en los observadores y la comunidad educativa

No solo la persona directamente afectada padece los efectos del bullying. Los testigos silenciosos, que observan el acoso sin mediar, también pueden experimentar daños emocionales, como ansiedad, remordimiento y temor a ser blancos en el futuro. Este ambiente de violencia diaria deteriora el entorno escolar, genera inseguridad generalizada y disminuye la cohesión entre los estudiantes, lo cual impacta negativamente en la convivencia y el aprendizaje.

Estrategias de prevención y abordaje

La prevención se basa en la creación de entornos seguros y el fortalecimiento de la inteligencia emocional desde edades tempranas. Programas efectivos en países como Finlandia y Chile han demostrado que trabajar temas como la empatía, la comunicación asertiva y la resolución pacífica de conflictos reduce notablemente la incidencia de bullying.

La formación de los docentes es crucial para detectar indicios iniciales, además de fomentar canales de comunicación que sean accesibles para que las víctimas y los testigos puedan denunciar situaciones de acoso sin miedo a represalias. Las instituciones educativas que implementan protocolos de actuación ágiles y decididos consiguen detener la progresión del bullying e impedir que los efectos en la salud mental se agraven.

La función de la familia, esencial en el camino hacia la recuperación emocional, necesita ser complementada con el acceso a servicios psicológicos especializados que asistan a la víctima en la reconstrucción de su autoestima, el desarrollo de redes de apoyo y el manejo saludable de situaciones conflictivas.

El bullying actúa como una forma silenciosa pero contundente de violencia que va más allá del tiempo y el espacio en que ocurre. Sus huellas pueden permanecer largo tiempo, condicionando relaciones, oportunidades y la propia percepción de valía personal. Abordar el acoso, desde la prevención hasta el acompañamiento profesional, es una tarea colectiva que contribuye no solo a proteger la salud mental de quienes lo padecen, sino también a construir sociedades más saludables y justas.

Por Camila Santos Hernandez